Comenzar el día con energía es crucial para hacer frente a las tareas y actividades diarias. Una ingesta adecuada de calorías por la mañana resulta esencial, pero ¿qué es más recomendable, optar por desayunos dulces o salados?
En España, como en muchos otros países europeos, existe una inclinación generalizada por los desayunos dulces. A muchos españoles les gusta comenzar el día con un café acompañado de una tostada con mantequilla y mermelada, galletas, bizcochos o algún tipo de bollería, como croissants, suizos o bollos de leche. No cabe duda de que esta opción es muy deliciosa, pero, como veremos, no es la más conveniente para nuestra salud ni la mejor opción si queremos mantener una energía sostenida a lo largo de la jornada.
Los desayunos dulces nos proporcionan un rápido pico de glucosa, lo que nos aporta una energía instantánea pero de corta duración. Nos sacian de inmediato, pero pronto notaremos que, por una parte, nuestro apetito aumenta vorazmente y, por otra, nos sentimos fatigados y con falta de energía en pocas horas. Esto se debe a que los alimentos dulces provocan un pico de glucosa en sangre. Pero, ¿es malo tener un pico de glucosa? ¿Y cómo podríamos evitarlo?