11 recetas de risotto para entender por qué este plato merece tu tiempo
Hay días que piden ruido, bullicio, movimiento. Y hay otros que exigen lo contrario: un poco de luz baja, una olla al fuego y algo que te obligue a quedarte quieta durante unos minutos. Para mí, ese algo suele ser un risotto. No por nostalgia italiana ni por ningún tipo de glamour culinario, sino por el acto en sí: remover despacio, ver cómo el caldo desaparece y reaparece, y entender que, por un rato, el tiempo se marca al ritmo del arroz.
En una época en la que casi todo ocurre demasiado deprisa, ese gesto tiene una fuerza que no se reconoce lo suficiente.
El falso mito del plato difícil
Durante años se ha repetido la idea de que el risotto es complicado, reservado a cocineros entrenados o a cenas donde uno quiere impresionar. En realidad, es lo contrario: un plato de paciencia, no de dificultad.
La famosa escena del “hay que remover sin parar” es más mito que técnica. Lo único que necesita es atención intermitente, la misma que dedicarías a un sofrito o a un guiso rápido.
Lo sorprendente es que, pese a su fama solemne, encaja mejor en un miércoles apresurado que muchas recetas supuestamente prácticas. Y quizá ahí reside parte de su encanto: es un lujo silencioso que no presume.
Un lienzo para lo que quieras
Si el risotto te conquista alguna vez, suele hacerlo por otra razón: es una superficie dispuesta a absorber cualquier personalidad que quieras darle.
El grano —carnaroli, arborio, vialone nano— decide la textura; el caldo, el carácter; el vino, la luminosidad del fondo; y el remate final (queso, mantequilla, limón o nada de eso) establece el tono.
Y ahora que noviembre avanza y las conversaciones empiezan a girar en torno a menús festivos, merece la pena decirlo sin rodeos: el risotto puede ser un plato de celebración más convincente que muchos entrantes diseñados para lucirse.
Con setas profundas, caldos densos o un final elegante, se convierte en un inicio de cena de diciembre que sorprende sin intentar deslumbrar.
Distintos universos de un mismo plato
Aquí y ahora
Lo que queda al final no es una técnica ni una lista de ingredientes, sino una forma de estar. Preparar un risotto obliga a bajar la guardia, aunque sea un momento.
Aceptas que, si te adelantas o te distraes demasiado, no saldrá igual. Que hay cosas que solo funcionan si les das un poco de tu presencia.
En un mes marcado por prisas, compras y expectativas, quizá eso sea precisamente lo que hace que un buen risotto tenga sentido: te devuelve al aquí y al ahora.
Lo demás —el sabor, la textura, el éxito en la mesa— llega solo
Comentarios
anonymous
Recetas muy bien explicadas y sencillas gracias











¡Muchas gracias por tu comentario! Me alegra mucho saber que las recetas te parecen claras y fáciles. ¡Disfruta cocinando y no dudes en preguntar si necesitas más consejos!