3 ideas elegantes y originales para servir las 12 uvas en Nochevieja
Hay un instante en Nochevieja que en España se repite anualmente y es casi cómico: todos cenando y midiendo tiempos porque este año “no llegamos cenados a las uvas”; el salón convertido en plató de karaoke con Cachitos; el mando pasando de mano en mano mientras se discute si este año las uvas las vemos en La 1 o en la autonómica; las apuestas de última hora: “¿qué vestido llevará Pedroche?”; y alguien, casi siempre, contando las uvas por tercera vez, “por si acaso”. Y, en medio de ese kaos amable, aguardan las uvas de la suerte. Doce por comensal. Cuando llegan las campanadas, por un momento todos (o casi) los españoles hacemos lo mismo; algunos con más pericia que otros, con más o menos rapidez, con más o menos arte de comer sin atragantarse. Comemos una uva por campanada.
Y, como todo lo que se repite cada año, también merece una actualización estética: la justa. Porque la idea no es convertir la mesa en un escaparate, sino presentar las 12 uvas con algo de originalidad y elegancia, como el último gesto de un anfitrión que piensa en cada comensal, en cada detalle. Aquí van tres formas elegantes (y fáciles) de servir las 12 uvas de la suerte.
1) La bola transparente:
Piensa en una bola de metacrilato como las del árbol de Navidad, pero con un giro: en vez de colgarla, la conviertes en un “paquete” individual para las uvas.
Cómo se hace
- Elige bolas transparentes de dos mitades, tamaño medio (que quepan 12 uvas sin apretarlas).
- Limpia y seca bien el interior.
- Mete las uvas ya lavadas y completamente secas (si entran húmedas, se empaña).
- Remata con un lazo de terciopelo (granate, verde botella, dorado) pegado en el cierre o la anilla.
Cómo se sirve
Coloca cada bola sobre un plato bonito o un platillo pequeño, con una servilleta debajo. El efecto es inmediato: cada comensal recibe su “adorno” y entiende que es una bonita forma de recibir el nuevo año.
Un detalle sobrio
Si te apetece un guiño, añade dentro unas hojitas de laurel o un mini ramito de tomillo fresco: queda fino y perfuma sin convertirse en protagonista.
2) Vasos “joya”
Los vasos de cristal decorados con un detalle festivo funcionan muy bien porque parecen sacados de un bar elegante, pero en clave casera. La idea es aportar algo de brillo, pero con moderación.
Cómo se hace
- Usa vasos de cristal rectos (tipo vaso bajo).
- Pega por fuera una banda vertical de cinta adhesiva de doble cara.
- Sobre esa banda, aplica decoración sutil: purpurina plateada fina, microestrellas doradas o lentejuelas pequeñas. Mejor una línea limpia, de un solo tipo, que un “todo a la vez”.
- Rellena con uvas y prepara una bandeja para llevarlos al centro.
Añadir un toque festivo
- Un palito largo de coctelería con una mini estrella metálica. Dorado o plateado, según la decoración utilizada en la banda adhesiva.
- Una ramita de romero consigue un toque muy navideño con poco.
Cómo se sirve
Todos los vasos en una bandeja, al centro. Cada cual coge el suyo y lo acerca cuando falten pocos minutos. Es práctico y viste la mesa de manera elegante.
3) Brochetas largas
Para esta opción solo tendremos que ensartar en una brochet las uvas convierte, así convertimos lo cotidiano en algo especial, sin mucho quebradero de cabeza. Además, es comodísima para las campanadas.
Cómo se hace
- Usa brochetas de madera largas.
- Ensarta 12 uvas, dejando un pequeño espacio entre ellas para que no se aplasten.
- Guarda cada brocheta en una bolsa de celofán alargada y ciérrala con un lazo (una lazada sencilla queda más elegante que una “moña” enorme).
- Coloca las brochetas en una bandeja para que cada comensal pueda coger su bolsa individual.
- O puedes servirlas en copas de alargadas de champagne. El burbujeo y el color del espumoso completarán el efecto festivo.
La versión corazón
Corta algunas uvas por la mitad y coloca dos mitades enfrentadas, girando una para formar un corazón. Quedan muy vistosas y bonitas.
Dos reglas para que todo salga bien
Seca muy bien las uvas: mejora el brillo, evita que resbalen y mantiene limpios vasos y bolas.
Ten un plan B: deja un cuenco extra en la mesa. Siempre hay una uva que cae, rueda o “desaparece” misteriosamente justo antes de las campanadas.
Conclusión
Al final, la gracia no está en convertir las uvas en un objeto precioso, sino en lo contrario: en hacer que lo de siempre parezca nuevo. Y que, cuando suene la primera campanada, en lugar del típico platito de uvas “a granel”, cada cual tenga entre las manos un pequeño y bonito detalle, a la altura de todo lo demás. En una noche tan especial, todo cuenta.
El resto de la historia quizá ya la conozcas: alguien empezará a comer en los cuartos, alguien se atragantará a la séptima y, al terminar, todos juraremos que el año que viene “las pelamos y las compramos sin pepitas”. Pero, al menos esta vez, el año ha empezado bonito. Feliz Año Nuevo.
Patricia González
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