Cómo elegir las mejores natillas del supermercado (sin dejarse llevar por el envase)

martes 20 mayo 2025 10:21 - Patricia González
Cómo elegir las mejores natillas del supermercado (sin dejarse llevar por el envase)

Leche, huevo, azúcar y canela. Con tan solo cuatro ingredientes básicos, las natillas se han ganado un lugar entre los postres más queridos de nuestra gastronomía. Pero cuando pasamos del cuaderno de recetas de la abuela a las baldas del supermercado, el panorama se complica. ¿Todas las natillas que encontramos son iguales? ¿Cómo saber si estamos comprando una buena natilla o solo una imitación con sabor a nostalgia?

Lo cierto es que, a diferencia de otros productos, las natillas no están reguladas por una legislación que defina exactamente qué deben contener para poder llamarse así. Esto ha permitido que convivan en el mercado opciones muy diferentes bajo un mismo nombre: algunas con ingredientes sencillos y reconocibles, y otras que se alejan bastante de la receta tradicional. No ocurre lo mismo, por ejemplo, con el yogur, cuya denominación está protegida y solo puede usarse si se elabora con leche y fermentos lácticos concretos.

Entonces, si no podemos fiarnos del nombre… ¿en qué deberíamos fijarnos para elegir bien?


El valor de lo simple

Para empezar, conviene mirar la lista de ingredientes. Si se parece a la receta casera (leche entera, yema de huevo, azúcar y canela), vamos por buen camino. Estos ingredientes no solo aportan sabor y cremosidad, también son una pista de que el producto ha priorizado la calidad sobre la economía de producción.

Por ejemplo, la leche entera, presente en muchas de las natillas comerciales de calidad, aporta grasa natural, que mejora tanto la textura como el sabor. La yema de huevo, además de espesar y dar ese tono amarillento tan característico, es una fuente de nutrientes y un ingrediente con valor gastronómico. La canela, por su parte, no necesita presentación: su aroma marca la diferencia entre unas natillas auténticas y otras que apenas evocan la idea.

Sin embargo, no todas las opciones del mercado apuestan por esta fórmula sencilla.

Cuando el huevo se sustituye por colorantes

Una de las primeras cosas que llama la atención en algunos envases es el color de las natillas. Aunque parezcan tener yema, muchas veces ese tono dorado no viene del huevo, sino de colorantes como la norbixina, también conocida como E160b(ii). Es un aditivo de origen natural (derivado del achiote), pero su presencia suele indicar que la receta original ha sido modificada para reducir costes.

Este tipo de sustituciones no son peligrosas, pero sí diluyen el carácter auténtico del postre. Lo mismo ocurre con los espesantes como el almidón de maíz, la goma xantana o los carragenanos, que se utilizan para imitar la textura sedosa que en una receta casera se suele lograr con leche o nata y huevo.

Dulzor bajo control

Otro aspecto importante a tener en cuenta es la cantidad de azúcar. Muchas natillas comerciales contienen entre 15 y 17 gramos por cada 100, lo que equivale a unas cuatro cucharaditas por ración. Si lo comparamos con una receta casera, donde suele usarse una sola cucharadita por cada 100 gramos, la diferencia es notable. Este exceso no es solo una cuestión de gusto: la Organización Mundial de la Salud recomienda que los azúcares libres no superen el 10 % de la ingesta calórica diaria, y sugiere que reducirlos por debajo del 5 % (unos 25 gramos al día en un adulto) puede tener beneficios adicionales para la salud. Por eso conviene mirar bien la etiqueta: si el azúcar aparece entre los primeros ingredientes, probablemente sea más de lo que esperas en un postre que tomamos con cierta frecuencia.

Algunas marcas recurren a edulcorantes como la sucralosa o el acesulfamo potásico para aligerar el contenido calórico. Son una alternativa válida si se busca reducir el azúcar, aunque no siempre convencen al paladar: pueden alterar el sabor o dejar un regusto que no a todo el mundo agrada.

¿Y el aroma?

La canela y la vainilla son dos aromas clásicos en las natillas, pero no siempre provienen de las especias naturales. En los productos más económicos, se recurre con frecuencia a aromas artificiales que buscan imitar el sabor y la fragancia sin añadir ingredientes reales. Estos aromas no suponen un riesgo, pero tampoco aportan el mismo valor sensorial ni gastronómico. Si en el etiquetado se menciona simplemente "aroma", sin especificar su origen, lo más probable es que se trate de un aroma sintético o artificial para emular al de unas verdaderas natillas caseras.

¿Menos grasa, mejor?

Puede parecer lógico pensar que las natillas con menos grasa son siempre las más saludables. Pero aquí hay matices. Las grasas que proceden de la leche entera o de la yema de huevo no deben demonizarse. No solo aportan sabor y saciedad, también permiten que el producto tenga una textura natural y no requiera tantos aditivos.

En cambio, muchas natillas “light” o bajas en calorías compensan la falta de grasa con más espesantes y edulcorantes. ¿Son peores? No necesariamente. Todo depende de nuestras necesidades y preferencias, pero es importante saber qué estamos eligiendo.

¿Qué deberíamos buscar?

Si buscamos unas natillas que se parezcan a las de toda la vida, merece la pena revisar la etiqueta y comprobar que contienen leche entera, yema de huevo y canela, y que no abusan del azúcar ni de los aditivos, conservantes o colorantes para potenciar artificialmente el aspecto, aroma o sabor del producto. Las natillas que se presentan como “gourmet” o “selectas” suelen cumplir mejor estos criterios, aunque claro su precio suele ser mucho más elevado.

Lo que realmente importa

En definitiva, elegir unas buenas natillas en el supermercado no es solo cuestión de precio o de diseño del envase. Es, sobre todo, una cuestión de información. Saber interpretar el etiquetado y reconocer qué ingredientes suman (y cuáles restan) puede marcar la diferencia entre un postre ocasional y uno que se repite sin consecuencias. No se trata de demonizar lo industrial, sino de consumir con criterio: menos azúcares, ingredientes reconocibles, aromas naturales y la menor cantidad posible de añadidos innecesarios.

Porque, al final, unas buenas natillas no deberían parecerse a una fórmula química, sino a la receta de siempre, esa que huele a casa y sabe a lo que tiene que saber.

Volver a lo sencillo también es una buena elección

Aunque en el supermercado hay opciones aceptables (algunas incluso bastante logradas), lo cierto es que ninguna supera a unas natillas caseras. Hacerlas en casa no solo nos permite controlar lo que comemos, también nos conecta con los sabores de siempre y con el placer de cocinar sin prisas. Puede que lleve un poco más de tiempo, pero el resultado lo compensa: sabor, textura y aroma hechos a tu gusto.

Y en tu caso, ¿por cuál te decantas? ¿Cuál gana en tu cocina: caseras o industriales?

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Patricia GonzálezPatricia González
Apasionada por la cocina y el buen comer, mi vida se mueve entre palabras bien escogidas y cucharas de madera. Responsable pero despistada. Periodista y redactora con años de experiencia, encontré mi rincón ideal en Francia, donde trabajo como redactora para Petitchef. Me encantan el Bœuf bourguignon pero echo de menos el salmorejo de mi madre. Aquí combino mi amor por la escritura y los sabores suculentos para servir recetas e historias sobre cocina que espero te inspiren. La tortilla, me gusta con cebolla y poco hecha : )

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