Vino para las fiestas: cómo elegir y maridar tus botellas con los platos sin equivocarte

sábado 20 diciembre 2025 20:00 - Adèle Peyches
Vino para las fiestas: cómo elegir y maridar tus botellas con los platos sin equivocarte

Marisco, pescados, un asado al centro, una tabla de quesos, turrones y chocolate… En las comidas de Navidad y Nochevieja el vino aparece una y otra vez, y con él la misma duda: ¿qué pongo con cada plato sin caer en combinaciones que empujen a un lado lo que hay en el plato o lo que hay en la copa?

No hace falta recitar normas. Basta con entender tres ideas y aplicarlas con sentido común.


Antes de empezar: tres reglas que sí funcionan

  • Manda la intensidad (y la salsa), no el color. Pescado no significa automáticamente blanco, ni carne significa tinto. La clave está en la textura, el punto de cocción y, sobre todo, la salsa.
  • La acidez es tu mejor herramienta. Un vino con buena acidez “limpia” grasa (foie, salsas cremosas, quesos) y refresca bocados salinos (mariscos).
  • Equilibrio: nadie debe imponerse. Si el vino tapa el plato, mala señal. Y si el plato deja el vino plano, también.

Un apunte práctico que suele mejorar cualquier maridaje: sirve el vino un poco más fresco de lo que crees (sin pasarte). A la mesa, muchos tintos agradecen estar “de bodega”, y los blancos, no helados.

Jamón ibérico y embutidos: sal, grasa y un vino que no estorbe

En muchas casas, las fiestas empiezan con una tabla: jamón, lomo, chorizo, quizá algo de queso curado. El reto es sencillo: acompañar la sal y la grasa sin recargar la boca.

Aciertos seguros

  • Manzanilla o fino: secos, ligeros y con ese punto salino que encaja muy bien con el jamón y los frutos secos del aperitivo.
  • Cava brut: la burbuja y la acidez limpian el paladar y permiten seguir picando sin que todo se vuelva pesado.

Alternativas muy interesantes

  • Blancos secos con buena acidez (Albariño, Godello, Verdejo de corte más serio): refrescan y respetan el producto.
  • Tintos ligeros y poco tánicos, servidos algo frescos (mencía, garnacha joven): mejor si la tabla tira más hacia embutidos que hacia salazones.

Ojo con el error típico

Evita los tintos muy tánicos con jamón muy curado: pueden endurecer la sensación en boca y dejar un amargor final. Si quieres tinto sí o sí, mejor ligero, con fruta y sin exceso de madera.

Vieiras, bogavante o cigalas: el lujo que pide precisión

No es lo mismo un marisco servido “al natural” que uno pasado por plancha, gratinado o con salsa. Ahí es donde el vino puede realzar… o estorbar.

Aciertos seguros

  • Cava brut o extra brut: burbuja y acidez para limpiar el paladar, especialmente si hay grasa (mantequilla, mayonesa, gratinados).
  • Blancos con buena acidez y poca madera (Albariño, Ribeiro, Txakoli): respetan el producto y mantienen la sensación de frescura.

Alternativas muy interesantes

  • Blancos con más cuerpo (y madera muy bien integrada) si el marisco va con salsa cremosa, beurre blanc o gratinado: ahí un blanco más estructurado puede encajar sin tapar el sabor.
  • Champán blanc de blancs (si quieres un guiño más especial): suele ser finísimo con vieiras y marisco a la plancha.

Ojo con el error típico

Evita blancos demasiado marcados por la madera cuando el marisco es delicado (por ejemplo, navajas, percebes o gambas simples). La barrica puede “comerse” el yodo y dejar el conjunto más pesado.

Pescados: el vino lo decide la receta

Un mismo pescado cambia por completo según el tratamiento.

  • A la plancha, al horno o al vapor: blanco seco y ligero (por ejemplo, Sauvignon blanc o blancos españoles de perfil fresco).
  • Con salsas de mantequilla, nata o pil-pil potente: blanco con más cuerpo, pero con acidez (Godello, algunos blancos de Rioja, chardonnays equilibrados).
  • Atún o salmón marcado/poco hecho: puede admitir tintos ligeros y con tanino suave, servidos algo frescos, para no endurecer el bocado.

Regla rápida: cuanto más rica y envolvente sea la salsa, más estructura puede tener el vino. Si hay cítricos o vinagreta, busca acidez.

Aves de corral y carnes blancas: el terreno más agradecido

Pavo, capón, pollo de corral o pularda —con relleno o sin él— aceptan varios caminos, así que aquí conviene elegir pensando en el conjunto de la mesa.

Opciones que suelen gustar a todo el mundo

  • Tintos suaves y afrutados: pinot noir, mencía, garnacha, riojas finos y no excesivos.
  • Blancos con cuerpo si la salsa lleva setas o es cremosa (godello, chardonnay equilibrado, blanco fermentado en barrica bien integrado).

Cuidado: un tinto demasiado tánico puede dar sensación de carne más seca. Un tinto ligero, servido un poco fresco, suele ser un gran punto medio.

Cordero, cochinillo y guisos: estructura, sí; agresividad, no

Cuando aparecen los asados con piel dorada o los guisos de horas, el vino necesita aguantar el pulso sin convertirse en protagonista absoluto.

Qué buscar: Ribera del Duero, Rioja con crianza, Toro moderado, Priorat fino (o estilos equivalentes): tintos con estructura y buena fruta. Mejor no demasiado jóvenes: los taninos más domados son más amables en una comida larga.

Qué vigilar: Si el vino es demasiado potente, puede saturar antes de llegar al final del menú. En comidas copiosas suele funcionar mejor el equilibrio que el músculo.

Quesos: no siempre gana el tinto

El queso, por grasa y sal, puede chocar con taninos altos.

  • Frescos o de cabra: blanco seco.
  • Corteza blanda (tipo brie o camembert, o pastas blandas similares): blanco con algo de cuerpo o tinto ligero.
  • Azules (Cabrales, Valdeón): vinos dulces o generosos; la sal y el dulzor se entienden especialmente bien.

Pista útil: si con el queso aparece amargor, a menudo es el tanino del tinto chocando con la proteína y la sal.

Postres: coherencia en el dulzor

En el último tramo, la norma es simple: el vino debe ser al menos tan dulce como el postre. Si no, el vino parecerá ácido o apagado.

  • Turrones y mazapanes: moscatel, mistela o dulces aromáticos.
  • Chocolate: vinos dulces naturales (por ejemplo, estilos tipo Banyuls) o dulces con cuerpo que aguanten el cacao.
  • Final ligero: cava semi-seco si el postre no es extremadamente dulce.

Elegir bien no va de reglas ni de gastar más

En los vinos de fiesta casi todo se resume en esto: armonía, placer y lógica. Piensa en la salsa, el punto de cocción, el nivel de grasa, el toque dulce o salino. Y elige un vino que acompañe, no que compita.

Confía en tus gustos, ajusta el vino al plato y recuerda que, en una mesa navideña, lo mejor es llegar al brindis final con ganas de seguir conversando —y con el paladar descansado.

Adèle PeychesAdèle Peyches
Responsable editorial que ansía el invierno para comer fondue. Apasionada por la gastronomía y siempre en busca de nuevos sabores, estudié derecho antes de regresar a mi primer amor: el gusto por los buenos productos y el placer de compartirlos alrededor de la mesa. :)

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