Qué carne picada elegir según el plato que vayas a cocinar (y acertar siempre)

jueves 25 septiembre 2025 09:00 - Patricia González
Qué carne picada elegir según el plato que vayas a cocinar (y acertar siempre)

No hay cocina casera sin carne picada. La encontramos en los macarrones de la infancia, en las albóndigas de los domingos, en las hamburguesas improvisadas con los amigos y, en regiones concretas, hasta en croquetas. Su precio es accesible, su uso parece sencillo y, sin embargo, rara vez reparamos en lo esencial: qué carne estamos comprando y cómo está picada.

Detrás del cartelito de “carne para guisar o picar” que vemos en las carnicerías se esconde un abanico de posibilidades que condiciona el resultado. No es lo mismo preparar una hamburguesa jugosa que un ragú a fuego lento o un tartar crudo. La diferencia no está en la receta final, sino en el punto de partida: animal, corte, grasa y tipo de picado.


Hamburguesas

La hamburguesa contemporánea ha dejado atrás la improvisación para convertirse en un plato que exige precisión. Lo fundamental es la textura.

Se recomiendan cortes con sabor y cierta proporción de grasa, como la falda, la babilla o la cadera de vaca vieja. Un 20-25 % de grasa es el equilibrio ideal: suficiente para aportar jugosidad, sin que la carne suelte un exceso de agua. El picado debe ser grueso y de una sola pasada.

Un error frecuente es triturar demasiado: el resultado es una masa uniforme que pierde jugosidad y no se tuesta correctamente en la plancha, porque al romper en exceso las fibras la carne libera agua y proteínas, y en lugar de dorarse se cuece en su propio jugo.

Steak tartar

Si la hamburguesa busca estructura, el tartar exige pureza. Aquí no hay lugar para la picadora: la carne se corta a cuchillo, en dados minúsculos y regulares, porque así conserva su textura natural, no se oxida en exceso ni libera agua, y mantiene ese sabor limpio que se perdería en una trituración mecánica.

El corte por excelencia es el solomillo, magro, limpio y tierno. El porcentaje de grasa debe ser mínimo, inferior al 10 %, para que nada opaque el sabor natural de la carne.

El secreto del tartar reside en el momento: la carne se debe cortar justo antes de servir, evitando oxidación y pérdida de jugos.

Albóndigas

La albóndiga es el terreno de la negociación: busca sabor, pero sobre todo jugosidad. Por eso, la combinación de ternera con cerdo es la opción más equilibrada.

Los cortes más agradecidos son la tapa o la aguja de ternera, a los que se puede añadir un toque de aguja o panceta de cerdo. El porcentaje de grasa puede subir hasta el 30 %, sin miedo: la salsa y la cocción larga lo equilibran.

El picado aquí debe ser fino, incluso doble, para facilitar la unión con pan, huevo o especias.

Filetes rusos

Primos de la hamburguesa, los filetes rusos requieren una textura distinta: más compacta, menos fibrosa.

Conviene recurrir a cortes de cadera o tapa, con un 20 % de grasa, y pedir un picado medio-fino, de una sola pasada. La carne debe quedar suficientemente suelta para mezclarse con pan o huevo, pero sin convertirse en puré.

Boloñesa y ragú

En la salsa boloñesa, la carne picada no es protagonista única, sino un elemento que se funde con verduras, tomate y vino. Aquí lo esencial no es la nobleza del corte, sino su capacidad de ceder sabor al conjunto.

Se recomiendan piezas como la falda, la aguja o el morcillo, con un 15-20 % de grasa. El picado debe ser medio, algo más grueso que el de la albóndiga, para mantener presencia dentro de la salsa.

El método importa tanto como el corte: conviene saltear la carne en sartén caliente, nunca cocerla. Después, paciencia: el ragú se cocina durante horas hasta lograr densidad y profundidad.

Rellenos

Cuando la carne picada se destina a canelones, lasañas o verduras rellenas, lo importante es la homogeneidad, es decir, que el picado sea fino y regular para lograr una mezcla uniforme, sin trozos grandes que rompan la textura del plato.

Funcionan bien cortes de falda o aguja de ternera, o incluso pollo de contramuslo. La grasa debe rondar el 15-20 % y el picado ser fino, de modo que el relleno resulte suave y bien ligado

Croquetas

En la croqueta, la carne es memoria. Suele provenir de restos de guisos, desmenuzada y mezclada con una bechamel suave.

La proporción de grasa aquí es baja, en torno al 10-15 %, porque la untuosidad la pone la bechamel. El picado debe ser muy fino o incluso deshilachado, para que se funda con la masa y no queden hebras.

Carne picada sin fronteras: Chili, musakas...

Cada cultura ha convertido la carne picada en patrimonio propio.

  • El chili mexicano pide ternera de aguja o falda, con 20 % de grasa y picado medio-grueso, capaz de soportar cocciones largas con especias y legumbres.
  • La moussaka griega se construye con cordero picado, especialmente de pierna o falda, con 20 % de grasa y un picado medio. En Japón, los tsukune (albóndigas de pollo para yakitori) recurren a contramuslo, pechuga y piel, con un sorprendente 30 % de grasa, picados dos veces hasta lograr una textura delicada.
  • En Oriente Medio, los keftas (brochetas de carne especiada) suelen elaborarse con cordero o ternera picados finos, mezclados con hierbas y especias, buscando una masa más trabajada y homogénea que se adhiera al pincho y se mantenga jugosa al asarse.

Como vemos, la carne picada viaja por el mundo y en cada cocina se transforma: cortes, grasa y técnicas distintas que hacen de cada receta algo único.

Cómo comprar bien: la letra pequeña de la carnicería

  • Pide cortes concretos: cadera para hamburguesas, solomillo para tartar, aguja para ragú.
  • Define el picado: grueso para hamburguesa, fino para albóndiga.
  • Pregunta por la grasa: entre el 15 y el 25 % es lo habitual.
  • Desconfía de bandejas industriales: no indican qué partes contienen ni qué aditivos llevan.
  • Compra al día: la carne picada se oxida rápido; si no la usas, congélala en porciones.

El detalle que cambia un plato

Hablar de carne picada es hablar de la cocina que más nos representa. La misma materia prima se transforma en hamburguesa, albóndiga o ragú según el corte, la grasa y el picado. Tres decisiones invisibles que marcan la diferencia entre un plato correcto y uno memorable.

Al final, lo esencial no es solo la receta, sino la pregunta que la precede en la carnicería: ‘¿Qué carne necesito para el plato que quiero preparar?

Patricia GonzálezPatricia González
Apasionada por la cocina y el buen comer, mi vida se mueve entre palabras bien escogidas y cucharas de madera. Responsable pero despistada. Periodista y redactora con años de experiencia, encontré mi rincón ideal en Francia, donde trabajo como redactora para Petitchef. Me encantan el Bœuf bourguignon pero echo de menos el salmorejo de mi madre. Aquí combino mi amor por la escritura y los sabores suculentos para servir recetas e historias sobre cocina que espero te inspiren. La tortilla, me gusta con cebolla y poco hecha : )

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