Cómo tallar una calabaza en casa y disfrutar del ritual de Halloween sin cortes ni sustos

Friday 24 October 2025 09:00 - Patricia González
Cómo tallar una calabaza en casa y disfrutar del ritual de Halloween sin cortes ni sustos

La mesa está lista: una calabaza grande, un cuchillo de sierra, un bol para las semillas. Tu hija te mira con la expectación de quien está a punto de abrir un tesoro. Tú, con un punto de inseguridad, recuerdas que la última vez que intentaste algo parecido fue un mueble de Ikea.

El primer corte suena hueco. Ella se tapa los oídos y ríe. Sale un olor dulce, terroso, inconfundiblemente otoñal. A partir de ese instante, el plan deja de ser un proyecto artístico y se convierte en una pequeña aventura doméstica.

Tallar una calabaza no es difícil, pero tiene su método. Ni los vídeos de internet ni la inspiración del momento bastan. Para hacerlo bien (y sin sustos) conviene seguir algunos pasos claros.


1. Elige la calabaza adecuada (y no cualquiera del supermercado)

Aunque parezcan iguales, no todas las calabazas se tallan igual. Las de cocina, esas que usas para hacer crema o sopa, suelen tener la piel más dura y una pulpa muy densa: perfectas para comer, pero una pesadilla para cortar.

Para tallar, busca las llamadas “calabazas de Halloween” o “carving pumpkins”, cultivadas expresamente para decoración. Su corteza es más fina, el interior más hueco y la textura menos fibrosa. Las encontrarás en mercados o tiendas de jardinería durante octubre; suelen ser más ligeras y tienen ese color naranja intenso tan característico.

A la hora de elegir, fíjate en tres cosas:

  • Firmeza: debe estar entera, sin zonas blandas ni grietas.
  • Tamaño medio: entre 20 y 30 centímetros de diámetro es ideal para manipularla con seguridad.
  • Base estable: si se tambalea, colócala sobre un paño húmedo para comprobar que puede mantenerse firme.

Incluso las calabazas para tallar siguen siendo duras al principio. No te desanimes si cuesta el primer corte; la piel cede enseguida con la herramienta adecuada.

2. Prepara el espacio, las herramientas (y la paciencia)

Tallar una calabaza no se improvisa. Prepara una mesa amplia, cúbrela con papel o con un mantel viejo y asegúrate de tener buena luz. Lo ideal es una superficie firme y estable, donde puedas ejercer algo de fuerza sin riesgo de que la calabaza resbale o se caiga. Evita mesas inestables, superficies de cristal o placas vitrocerámicas. Un último detalle que marca la diferencia: coloca un paño húmedo bajo la calabaza. Así no se moverá cuando empieces a cortar, justo cuando más concentración necesitas.

Coloca todo lo necesario al alcance de la mano:

  • Un cuchillo de sierra pequeño y rígido, nunca de hoja flexible: las hojas que se doblan o vibran son peligrosas y tienden a salirse del corte.
  • Si puedes, usa un kit específico para tallar calabazas; se venden en ferreterías o tiendas de jardinería y son sorprendentemente eficaces y seguras.
  • Una cuchara sopera o un cucharón metálico para vaciar el interior.
  • Un rotulador lavable para marcar el diseño.
  • Un bol o recipiente grande para las semillas y los restos.

Evita cuchillos grandes de cocina o punzones improvisados: no dan más precisión, solo más riesgo.

Y, si los pequeños de la casa van a participar, déjales las partes seguras: dibujar, recoger o limpiar.

3. Cortar y vaciar con calma (la parte que más impone)

Llegado el momento del primer corte, la piel de la calabaza se siente más dura de lo que imaginabas. No pasa nada: forma parte del proceso. No hace falta fuerza, sino firmeza y método.

Empieza retirando la tapa alrededor del tallo, cortando en ángulo hacia dentro, como si marcaras un tapón (también puedes cortar la base, si prefieres una superficie más estable para colocar la vela o la luz). Hazlo con movimientos cortos y seguros. Si tienes herramientas específicas de tallado, utilízalas: parecen de juguete, pero cortan la calabaza con precisión y sin riesgo.

Una vez abierta, el interior se deja trabajar con facilidad. Con una cuchara metálica sólida o un cucharón, raspa la pulpa hasta dejar las paredes de uno o dos centímetros de grosor. Cuanto más finas, más brillará después la luz interior.

La textura húmeda y el sonido hueco anuncian que vas por buen camino. Tu hijo probablemente querrá participar: dejarla sacar la pulpa o recoger las semillas también forma parte del ritual.

4. Dibujar, marcar, disfrutar

La parte más técnica ha terminado. Ahora empieza el juego. Con la calabaza limpia y vacía, dibujad el diseño con un rotulador lavable o pegad una plantilla impresa. No hace falta complicarse: los ojos triangulares y las sonrisas torcidas siguen siendo los más expresivos.

Deja que ella dibuje primero. Tú te encargarás del corte. Si haces pequeños agujeros con una broca fina o un punzón a lo largo de las líneas, el cuchillo o la sierra seguirán el camino con menos esfuerzo.

Corta despacio, del centro hacia fuera. Si se rompe algo, no lo arregles: las imperfecciones le dan vida. Cuando termines, aparta las herramientas y limpia la mesa. 

5. La parte más mágica: la luz

Por último nos queda colocar dentro una vela de té o una pequeña luz LED. Si usas una vela real, asegúrate de que la calabaza esté en una superficie estable y nunca la dejes encendida sin vigilancia.

Cuando la luz parpadee dentro, todo cobra sentido: la calabaza se transforma, la casa se vuelve más cálida y la oscuridad parece un poco menos oscura.

Ahí está la magia: en algo tan simple como una vela dentro de un fruto hueco, y en el recuerdo compartido de haberla creado juntos. 

6. Disfrutar del resultado

Ya solo queda admirar el resultado. No hace falta decir nada para entender que, salga mejor o peor, estarás satisfecho, sobre todo si has compartido el proceso con los peques. Porque lo importante, como casi siempre, no era la calabaza, sino el tiempo compartido y todo lo aprendido en el camino.

Patricia GonzálezPatricia González
Apasionada por la cocina y el buen comer, mi vida se mueve entre palabras bien escogidas y cucharas de madera. Responsable pero despistada. Periodista y redactora con años de experiencia, encontré mi rincón ideal en Francia, donde trabajo como redactora para Petitchef. Me encantan el Bœuf bourguignon pero echo de menos el salmorejo de mi madre. Aquí combino mi amor por la escritura y los sabores suculentos para servir recetas e historias sobre cocina que espero te inspiren. La tortilla, me gusta con cebolla y poco hecha : )

Comentarios

Califica este artículo:
5/5, 1 voto