¿Cuanto más apestosos, mejor? los quesos que asustan por su olor y conquistan por su sabor
Si alguna vez has abierto la nevera y has pensado “¿qué demonios huele así de mal?”, probablemente la culpa era de un queso.
Sí: algunos quesos huelen fuerte. Y cuanto más tiempo pasan madurando, más “aromáticos” (o pestosos) e intensos se vuelven. Pero aquí va el secreto que los expertos confirman una y otra vez: ese olor no es un defecto, es una muestra de calidad.
El “mal olor” es el perfume del queso
Puede sonar raro, pero ese olor penetrante es el resultado natural de un proceso esencial: la maduración.
Durante este tiempo, bacterias y hongos beneficiosos transforman las proteínas y las grasas en compuestos aromáticos. Sustancias como el ácido butírico o el amoníaco son las responsables de ese aroma tan característico que algunos aman y otros evitan. En otras palabras: el mismo proceso que hace que un queso “huela fuerte” es el que también le da más sabor, más cremosidad y más complejidad. Cuanto más madura, más se define su carácter.
Por eso, quesos como el Camembert, el Roquefort, el Gorgonzola, el Idiazábal, el Munster o el Cabrales desprenden aromas tan intensos: son quesos “vivos”, en los que los microorganismos continúan actuando incluso después de haber sido envasados.
Los grandes “apestosos” internacionales (y adorados por ello)
1 - Époisses (Francia): Considerado por muchos el queso más oloroso del mundo. Se madura con aguardiente, tiene una corteza anaranjada, pegajosa y un aroma inconfundible.
2. Munster (Francia, región de Alsacia): Olor animal y potente, pero sabor mantecoso y suave. Clásico de la cocina alsaciana.
3. Limburger (Bélgica/Alemania): Aroma que recuerda literalmente al olor de los pies, aunque su sabor es sorprendentemente dulce y amable.
4. Taleggio (Italia): Olor punzante, pero gusto delicado y afrutado. Perfecto para fundir o acompañar risottos.
5. Roquefort (Francia): Queso azul de oveja, intenso y salado, con un toque picante. Un clásico entre los azules.
6. Blue Stilton (Inglaterra): Aroma penetrante, sabor fuerte pero equilibrado. Ideal para tablas o platos sofisticados.
7. Gorgonzola (Italia): En su versión piccante, es especialmente fragante. Cremoso, perfecto para salsas y risottos.
8. Camembert (Francia): Su aroma se intensifica con el tiempo. Por dentro, es untuoso; por fuera, cubierto de un moho blanco comestible.
9. Brie de Meaux (Francia): Más suave que el Camembert, pero con notas de amoníaco cuando alcanza su punto óptimo.
10. Pont-l'Évêque (Francia): Corteza lavada, olor terroso y sabor redondo, con notas de humedad y mantequilla.
Bacterias buenas (¡sí, existen!)
Antes de que imagines algo repulsivo, conviene recordar que estas bacterias son buenas.
Forman parte de la tradición artesanal quesera y son totalmente seguras para el consumo.
Por ejemplo:
- Penicillium roqueforti es el hongo que crea las vetas azules y el aroma del Roquefort y el Gorgonzola.
- Brevibacterium linens, presente en la corteza de quesos como el Limburger, es del mismo tipo que habita en nuestra piel —de ahí el característico “olor a pies”.
Aunque evoque un recuerdo poco glamuroso, el sabor resultante es rico, mantecoso y ligeramente picante: una explosión de matices que solo ofrecen los quesos bien madurados.
El poder del tiempo
Como el vino, el queso mejora con el tiempo, siempre que sea el tipo adecuado y se conserve correctamente.
La maduración puede durar días o meses, y durante ese proceso ocurren transformaciones fascinantes:
- Las proteínas se descomponen y la textura se vuelve más tierna.
- Las grasas liberan aromas y sabores intensos.
- Los microorganismos crean lo que llamamos “olor a queso de verdad”.
Por eso, no hay que juzgar un queso por su olor.
Ese aroma fuerte es señal de vida, fermentación y autenticidad —todo lo contrario de los quesos industriales, uniformes y sin alma.
En Francia, el olor es prestigio… y en España empieza a serlo
Los franceses, maestros del queso, tienen un dicho: “Cuanto más huele, mejor es.” Y lo cumplen a rajatabla. En los mercados de Lyon o París, los quesos de aroma más potente se disputan como si fueran vinos raros.
En España, esa cultura del queso fuerte y madurado todavía provoca cierto respeto, pero está cambiando. Cada vez más consumidores valoran los quesos de autor (de pastor, de cueva o de obrador pequeño) que huelen a verdad.
El Cabrales, la Torta del Casar o el Mahón curado ya no se esconden: se sirven con orgullo, como lo que son, piezas vivas que resumen siglos de técnica y territorio.
¿Y si el olor es demasiado?
Todo tiene un límite.
Un queso “bien oloroso” huele fuerte, pero sigue siendo agradable: recuerda a mantequilla, a frutos secos, a tierra o incluso a ajo suave.
Sin embargo, si el olor se vuelve agrio, rancio o avinagrado, o si aparecen mohos oscuros, ha pasado su punto.
Consejo práctico:
- Si la corteza está excesivamente pegajosa o ennegrecida, deséchalo.
- Si solo huele fuerte, pero se mantiene firme y sabe equilibrado, está bien.
El cerebro y el olor del queso
Estudios científicos demuestran que el cerebro humano reacciona al olor del queso igual que al del café o el chocolate: primero se sorprende, luego lo asocia al placer.
Con el tiempo, el paladar se acostumbra y el rechazo inicial se convierte en fascinación. Lo que antes parecía “apestoso”, acaba siendo delicioso.
Dicho de otro modo:
El olor fuerte de ciertos quesos no es un defecto, sino el resultado de una maduración bien hecha. Son quesos vivos, complejos, llenos de personalidad, fruto de la paciencia y del saber hacer. Así que, la próxima vez que abras la nevera y te llegue ese aroma inconfundible, no tuerzas el gesto. Puede que simplemente tu queso esté diciendo: “Estoy en mi punto justo. ”Porque, al final, el secreto del queso no está en su olor… Está en atreverse a probarlo.
Y en España… también huelen a gloria
Cabrales (Asturias): Uno de los azules más potentes del mundo. Madura en cuevas naturales de los Picos de Europa, donde desarrolla su aroma inconfundible, mezcla de humedad, hongos y leche curada. Su sabor es salado, picante y persistente.
Torta del Casar (Extremadura): Elaborada con leche cruda de oveja y cuajo vegetal, posee un olor intenso, ligeramente animal, y una textura casi líquida. Su sabor combina notas amargas y herbáceas. Perfecta para comer con cuchara y pan.
Valdeón (León): Azul elaborado con leche de vaca y cabra, de aroma potente pero más amable que el Cabrales. Su sabor picante y equilibrado lo convierte en un imprescindible de las tablas de quesos curados.
Mahón curado (Menorca): De corteza anaranjada —frotada con aceite y pimentón—, su olor es penetrante y salino, con recuerdos de mantequilla y frutos secos. Su maduración larga le da una intensidad comparable a la de los quesos lavados franceses.
Idiazábal (País Vasco y Navarra): Ahumado de forma natural, desprende un aroma profundo, con matices de humo y leche cocida. No es un queso “apestoso” al uso, pero sí de carácter firme y persistente, capaz de perfumar toda la nevera.
Mirella Mendonça
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