Leche y gatos: una combinación más peligrosa de lo que parece

La escena del gato bebiendo leche de un cuenco forma parte del imaginario popular: la hemos visto en películas, anuncios y cuentos desde siempre. Sin embargo, esta costumbre tan extendida no se ajusta a la realidad. Ofrecer leche a un gato puede afectar negativamente a su salud, especialmente en la edad adulta.
La verdad sobre los gatos y la leche
Aunque la imagen del gato bebiendo leche sigue siendo muy popular, lo cierto es que la mayoría de los felinos pierde la capacidad de digerirla correctamente tras el destete. Esto se debe a que, con el tiempo, su organismo deja de producir lactasa, la enzima necesaria para asimilar la lactosa, el azúcar natural presente en la leche.
Cuando un gato intolerante a la lactosa consume leche, es frecuente que aparezcan molestias digestivas como:
- Diarrea
- Vómitos
- Hinchazón abdominal
- Gases
- Dolor o malestar
Estos síntomas se producen porque la lactosa, al no ser digerida, fermenta en el intestino, provocando irritación y desequilibrios en el aparato digestivo.
Pero, ¿qué pasa con la leche sin lactosa?
Hoy en día existen versiones adaptadas, elaboradas sin lactosa y formuladas específicamente para gatos. Son opciones más seguras, pero aun así deben ofrecerse con mesura. La leche no forma parte de la dieta esencial de un gato adulto, que ya obtiene todos los nutrientes que necesita de un alimento completo y equilibrado.
La Sociedad Americana para la Prevención de la Crueldad contra los Animales (ASPCA) lo resume con claridad: “La mayoría de los gatos son intolerantes a la lactosa, y el consumo de leche puede provocar trastornos gastrointestinales”.
Fuente: ASPCA - American Society for the Prevention of Cruelty to Animals.
¿Qué ofrecer en su lugar?
Si lo que buscas es ofrecerle un capricho, existen alternativas seguras y adecuadas:
- Agua fresca y limpia, siempre disponible
- Premios o golosinas específicas para gatos
- Pequeñas cantidades de carne cocinada, sin sal ni condimentos
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