¿Hay que quitar las semillas del tomate? Cuándo conviene retirarlas y cuándo no

Durante años se pensó que las semillas del tomate “pesaban” en el estómago o incluso que podían causar problemas intestinales. Sin embargo, la ciencia lo ha desmentido: no provocan gastritis, no se adhieren a las paredes del intestino y tampoco aumentan el riesgo de cálculos renales. En resumen, no hay motivo de preocupación.

Esas pequeñas semillas concentran fibra, licopeno antioxidante y aceites saludables para el corazón. Quitarlas es, en cierto modo, perder parte del valor nutricional del tomate.

Hay preparaciones en las que conviene retirar las semillas del tomate porque alteran el resultado final.

En salsas muy finas, cremas o jugos, pueden aportar una textura granulosa que rompe la suavidad que buscamos. También, en platos de sabor delicado, su acidez puede resultar excesiva. Y no olvidemos el aspecto visual: en presentaciones más cuidada s, un puré uniforme y sin semillas ofrece un acabado más elegante. No es una cuestión de salud, sino de precisión culinaria.

En la cocina de cada día, ya sea en una ensalada, un sofrito o cualquier plato casero, no hace falta quitar las semillas del tomate. No solo no hacen daño, sino que, gracias a la fibra que tienen, ayudan a llenarnos antes y a quedar más satisfechos.

Al final no hay reglas estrictas: las semillas del tomate no hacen daño y se pueden comer sin problema. Si lo que buscas es facilidad y aprovechar todo el fruto, úsalo entero. Pero si quieres un sofrito o una salsa más fina, entonces sí merece la pena tomarte un momento para quitarlas.