Olvídate de los cubiertos: lo que la ciencia ha descubierto sobre comer con las manos te dejará boquiabierto
¿Has notado que algunas comidas parecen más ricas cuando se comen con las manos? Una porción de pizza, un trozo de empanada, una croqueta o una hamburguesa: hay algo en el contacto directo con la comida que cambia la experiencia. Pero ¿es solo una impresión o hay una razón real detrás? Según la ciencia, y según tradiciones milenarias, comer con las manos puede modificar la forma en que el cerebro percibe el sabor.
El tacto también saborea
Tendemos a pensar que el gusto se concentra únicamente en la lengua, pero comer es un acto multisensorial. El tacto, igual que la vista o el olfato, también participa. Cuando tocamos los alimentos, el cerebro empieza a procesar información antes de la primera mordida: textura, temperatura, humedad o firmeza. Esas señales activan zonas cerebrales vinculadas con el placer y la expectativa.
Un estudio publicado en Journal of Retailing and Consumer Services mostró que quienes tocan la comida antes de probarla experimentan sabores más intensos y tienen una experiencia más placentera. El contacto físico genera una especie de “vínculo” con el alimento, una percepción de pertenencia que hace que el cerebro piense: “esto es mío, y quiero disfrutarlo”.
Comer con las manos, algo que hacemos desde siempre
Antes de que existieran los cubiertos, comer con las manos era la norma. En muchas regiones del mundo, India, África, Oriente Medio o el Sudeste Asiático, esta práctica sigue viva. Y no por falta de utensilios, sino por tradición y filosofía.
En la cultura india, por ejemplo, los cinco dedos representan los cinco elementos de la naturaleza: tierra, agua, fuego, aire y éter. Comer con las manos se considera un gesto de conexión entre el cuerpo, el alimento y el universo. Tocarlo implica ser más consciente de lo que se come, algo que favorece la digestión y ayuda a comer con moderación, ya que se controlan mejor las cantidades.
Cubiertos: símbolo de civilización y distancia
Los cubiertos llegaron a Europa entre los siglos XVI y XVII, junto con las normas de etiqueta, higiene y la idea de refinamiento. Comer con las manos empezó a verse como algo poco civilizado, y el tenedor y el cuchillo se convirtieron en símbolo de elegancia y sofisticación.
Pero esa sofisticación también impone una barrera. En cierto modo, los cubiertos crean una distancia entre el comensal y la comida, reduciendo el estímulo táctil que llega al cerebro. Esa “distancia” puede hacer que la experiencia sea más neutra, menos emocional. Por supuesto, los cubiertos siguen siendo imprescindibles en contextos formales y permiten cortes limpios, porciones precisas y una presentación cuidada.
El placer empieza antes del primer bocado
La neurociencia ha demostrado que el placer de comer está estrechamente ligado a la anticipación sensorial. Ver, oler y tocar la comida antes de probarla activa la liberación de dopamina, la hormona del placer. Comer con las manos refuerza ese circuito: el cuerpo participa antes del primer bocado y la experiencia resulta más inmersiva, atractiva y satisfactoria.
Algunos estudios sugieren además que comer con las manos puede ayudar a comer menos. El gesto requiere atención: hay que tomar, sentir, llevar a la boca. Esa lentitud favorece una mayor consciencia y una sensación de saciedad más rápida.La razón es puramente fisiológica: el cerebro necesita tiempo para percibir que ha comido suficiente.
El contexto también tiene sabor
Un mismo plato puede saber distinto según cómo y dónde se coma. Un pincho de tortilla devorado con las manos en un parque no sabe igual que el mismo plato servido con cubiertos en un restaurante. El entorno influye en cómo el cerebro interpreta la experiencia.
Comer con las manos suele asociarse a momentos relajados, familiares o nostálgicos: un picnic, una merienda en la playa, un aperitivo con amigos en una terraza. Los cubiertos, en cambio, evocan control, protocolo, etiqueta. Por eso, la misma receta puede parecer “más estimulante” en un contexto y “más sobria” en otro.
El equilibrio está en saber elegir
No se trata de desterrar los cubiertos, sino de reconsiderar su papel. En casa, con una comida sencilla y cotidiana, usar las manos puede hacer que el momento sea más placentero y consciente. En la mesa formal, el tenedor y el cuchillo siguen siendo símbolo de cortesía y elegancia, pero también de practicidad.
Al fin y al cabo, comer no es solo alimentar el cuerpo: es un acto sensorial, emocional y cultural. Cada forma de hacerlo cuenta una historia: la de la tradición, la del entorno y la de la relación íntima que cada persona mantiene con su comida.
Saborear es sentir
Comer con las manos es una forma de reconectar con el propio cuerpo. Dejar que el tacto participe en la experiencia y que el placer empiece antes del primer bocado. La ciencia lo respalda, y las culturas ancestrales lo sabían hace siglos: el sabor no se encuentra solo en la lengua, sino en todo lo que interviene al comer.
Mirella Mendonça
Comentarios
OscarSoriano78
Es una información que nos ayuda a concienciarnos de que comer con las manos no es de mala educación porque todo lo que ingerimos se queda dentro de cada uno y cualquiera lo intenta hacer a escondidas.
jose_c2023_56
Ok