Lo que los científicos han descubierto sobre los refrescos azucarados redefine lo que sabemos del microbiota
Durante años hemos creído que el azúcar de los refrescos solo afectaba al peso o a la salud dental. Sin embargo, nuevas investigaciones apuntan a un efecto más profundo: el azúcar refinado podría alterar la actividad genética de ciertas bacterias intestinales, modificando su comportamiento y, con ello, parte del equilibrio de la microbiota.
Cuando las bacterias “buenas” cambian de comportamiento
El estudio, citado por Slate a partir de una investigación publicada en New Atlas, analizó una bacteria muy común en el intestino humano: Bacteroides thetaiotaomicron.
En condiciones normales, esta especie colabora en la digestión de los hidratos de carbono, refuerza el sistema inmunitario y contribuye al equilibrio general del ecosistema intestinal.
Lo llamativo es lo que ocurre cuando entra en contacto con azúcares refinados en concentraciones elevadas, como las presentes en muchas bebidas azucaradas. La bacteria experimenta una inversión en determinadas secuencias de su ADN, una especie de reordenamiento genético temporal que modifica los genes que se activan.
No destruye la célula ni la convierte en patógena, pero altera temporalmente su función: deja de comportarse como una bacteria beneficiosa y actúa de manera diferente a lo habitual.
Una alteración reversible, pero con implicaciones
Los investigadores comparan este fenómeno con un cambio de “traje genético”.
Cuando desaparece el efecto del azúcar, la bacteria recupera su estado original. Sin embargo, una exposición frecuente, como la que puede producirse con el consumo habitual de refrescos u otros productos muy azucarados, podría mantener este cambio activo durante más tiempo, afectando al equilibrio global del intestino.
Hasta ahora, este tipo de inversión genética se había observado sobre todo en bacterias patógenas como E. coli o Salmonella, que la utilizan para adaptarse y esquivar el sistema inmunitario.
Detectar un mecanismo similar en una especie normalmente beneficiosa resulta, según los investigadores, tan inesperado como relevante para entender la vulnerabilidad de la microbiota frente a la dieta moderna.
El azúcar y la respuesta inflamatoria
El estudio también observó que, tras la exposición a estos azúcares, las bacterias modificadas se asociaban con una respuesta inmunitaria alterada. En concreto, aumentaban los niveles de citoquinas, unas moléculas que el cuerpo libera cuando percibe una amenaza. Esto sugiere que el organismo reacciona como si estuviera frente a una infección leve.
Aunque estas modificaciones no son permanentes, una ingesta repetida de azúcares refinados podría favorecer un estado de inflamación de bajo grado: una respuesta crónica y silenciosa relacionada con diversos trastornos digestivos y metabólicos.
Conviene matizar que este tipo de estudios no demuestra una relación causal directa entre el consumo de refrescos y enfermedades concretas. Pero sí refuerza la idea de que la microbiota es extremadamente sensible a la calidad y la frecuencia del azúcar en la dieta.
En la práctica, qué significa para nosotros
No se trata de eliminar el azúcar por completo (el organismo también lo necesita en su justa medida), sino de comprender su impacto más allá de las calorías.
Cada refresco o postre azucarado no solo estimula el paladar: también influye en la composición y el equilibrio del ecosistema intestinal, afectando a procesos que intervienen en la digestión, la inmunidad e incluso el estado de ánimo.
En otras palabras :
- Un refresco ocasional no representa un problema.
- Pero convertirlo en hábito equivale a mantener al intestino en un estado de desequilibrio constante.
La conclusión
El azúcar refinado no es un enemigo, pero sí una sustancia con un poder biológico mayor del que solemos atribuirle. Estos hallazgos recuerdan que la alimentación no solo modifica la forma en que nos sentimos o nos vemos, sino también cómo se comportan los miles de microorganismos que viven dentro de nosotros.
Y quizá esa sea la verdadera lección: cuidar de nuestra microbiota no depende solo de tomar probióticos o fibra, sino también de cuestionar la frecuencia con la que "endulzamos la vida".
Adèle Peyches
Comentarios
Luis
Critica el consumo de la azúcar refinada pero no dice con claridad todos las daños que causa empezando por la diabetes