El maridaje más inesperado del año: vino y helado, la combinación que arrasa en TikTok
En París, donde todo se reinventa antes o después, los nuevos rituales del placer empiezan, a menudo, con una copa. Ya sea de vino, de helado… o de los dos. Puede que todo empezara en Folderol, un pequeño local del distrito XI, donde la escena se repite cada tarde: un vaso de vino natural, una copa metálica de helado artesanal y una multitud de curiosos que fotografían la combinación antes de probarla. Lo que nació como un experimento entre dos chefs formados junto al gran chef francés Guy Savoy (Jessica Yang y Robert Compagnon) se ha convertido ahora en un fenómeno viral en redes sociales.
El vino con helado es, este año, el gesto más chic y más desconcertante de la sobremesa contemporánea. En TikTok e Instagram abundan, bajo el hashtag #redwineandicecream, los vídeos de copas rebosantes de vino vertiéndose sobre bolas de helado que acumulan miles de visualizaciones. El algoritmo no miente: hay algo hipnótico en ver cómo el vino tiñe lentamente la superficie fría, en ese punto exacto donde la materia se funde con la idea.
Un maridaje con lógica
Más allá del efecto viral, el encuentro entre vino y helado tiene una explicación química y sensorial. La grasa láctea del helado suaviza los taninos del vino tinto y hace que las notas frutales resulten más evidentes. La baja temperatura adormece por unos segundos la percepción del alcohol, permitiendo que la acidez y los aromas se expresen con más claridad. Y la textura cremosa del helado cubre el paladar, creando una transición lenta entre el frío y el calor del vino, una sensación que recuerda a la del clásico affogato italiano, pero con un giro hedonistamente afrancesado.
El resultado no es un postre ni una bebida, sino una experiencia sensorial diferente. Quienes lo han probado coinciden en que el vino gana matices insospechados: un borgoña parece más floral, un garnacha más amable, un porto más redondo. Es una forma distinta de leer el vino, como si se invirtiera la jerarquía del maridaje: el helado no acompaña, sino que amplifica y redefine el vino.
La simplicidad aparente, de combinar estos dos ingredientes, oculta un maridaje equilibrado, preciso y sorprendentemente armónico.Cómo prepararlo en casa
No hace falta viajar hasta un bar parisino para probar el experimento. Elige un vino tinto ligero y con acidez viva (un pinot noir, una mencía o una garnacha joven) y un helado de vainilla de buena calidad. Coloca una o varias bolas en una copa ancha y vierte el vino despacio, solo hasta cubrirlas. El contraste entre el frío del helado y el vino templado libera aromas frutales, lácteos y especiados que sorprenden a cada sorbo.
Si prefieres algo más fresco, prueba con un espumoso rosado y helado de melocotón o limón. Para los más atrevidos, un oporto con helado de chocolate negro crea una intensidad sorprendente, casi magnética. La clave es que ninguno eclipse al otro: el vino debe unirse al helado sin imponerse.
El placer de lo inesperado
La cocina hedonista de hoy en día se permite jugar, mezclar códigos y desmontar jerarquías. Ya lo demostró Dua Lipa al combinar helado de vainilla con aceite de oliva y sal. Ahora le toca al vino y al helado —dos placeres que antes vivían en universos opuestos. Quizá por eso funciona: porque hay algo profundamente liberador en la imagen de una copa de vino que se vierte sobre el helado. Lo nuevo, a veces, no está en inventar, sino en mirar desde otro ángulo lo que siempre estuvo ahí: el placer servido frío.
¿Y tú, lo probarías?
Quizá la pregunta no sea si encaja, sino si te atreves. Tomar vino con helado no pretende complacer a todos los paladares, aunque por el éxito y los comentarios de los vídeos parezca hacerlo. Es un gesto hedonista, casi lúdico, que desarma cualquier rigidez en torno al vino. Se trata de romper las reglas con estilo y cierta creatividad.
Patricia González
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