Dieta carnívora: qué dice la ciencia sobre una tendencia tan polémica como popular
En redes se ha vuelto tendencia: comer solo carne, eliminar frutas, verduras y cereales. La llamada dieta carnívora promete claridad mental, energía constante y una pérdida de peso casi automática. Pero ¿qué dice realmente la evidencia científica? Aquí analizamos sus promesas, sus riesgos y lo que hoy sabemos con base en datos, no en moda.
Qué es la dieta carnívora
Se basa en consumir exclusivamente alimentos de origen animal (carne, pescado, huevos y, a veces, lácteos) excluyendo frutas, verduras, legumbres y cereales.
Sus defensores aseguran que mejora la digestión, reduce la inflamación o simplifica la alimentación. En la práctica, es una versión extrema de las dietas bajas en carbohidratos, y su impacto a largo plazo aún no está bien documentado en estudios clínicos.
Qué se suele argumentar a su favor
- Aporte alto de proteínas: la carne y los huevos proporcionan todos los aminoácidos esenciales, útiles para mantener la masa muscular.
- Reducción de carbohidratos: puede inducir un estado de cetosis, en el que el cuerpo utiliza grasa como fuente de energía. Algunas personas aseguran notar menos hambre o mayor concentración, aunque los resultados varían.
- Alivio de molestias digestivas: quienes padecen síndrome del intestino irritable o ciertas intolerancias pueden sentirse mejor al reducir vegetales o legumbres, aunque esto no ocurre en todos los casos.
Los riesgos que la ciencia ya ha identificado
Ausencia de fibra y desequilibrio en la microbiota
Eliminar frutas, verduras y legumbres implica suprimir prácticamente toda la fibra dietética, un componente esencial para una microbiota intestinal diversa.
La evidencia es clara: una dieta sin fibra se asocia con estreñimiento, inflamación intestinal y mayor riesgo de enfermedades metabólicas y cardiovasculares. Además, una flora intestinal empobrecida puede reducir la tolerancia a nuevos alimentos cuando se reintroducen.
Impacto sobre el corazón y los lípidos
La carne roja, especialmente las piezas grasas o procesadas, contiene altas proporciones de grasa saturada. Diversos estudios observacionales han asociado un consumo elevado con un mayor riesgo cardiovascular, aunque el nivel de evidencia no es uniforme: los efectos dependen del tipo de carne, su preparación y el contexto general de la dieta.
Un metaanálisis publicado en 2021 con más de 180.000 personas encontró una asociación del 20 % con mayor incidencia de enfermedad cardiovascular y del 53 % con enfermedad coronaria, pero estos valores proceden de estudios poblacionales y no prueban causalidad directa.
Además, ciertos compuestos de la carne roja pueden dar lugar a TMAO (óxido de trimetilamina), una molécula producida por la microbiota intestinal relacionada con procesos inflamatorios y endurecimiento arterial. Se trata de un mecanismo propuesto, aún en investigación.
Posibles déficits de micronutrientes
Prescindir por completo de los vegetales implica renunciar a vitamina C, folatos, manganeso, polifenoles y antioxidantes. Su carencia puede afectar al sistema inmunitario, la función hepática o la fertilidad si la dieta se mantiene durante largos periodos. Tampoco hay evidencia sólida de que la dieta carnívora proporcione todos los micronutrientes que el cuerpo necesita a largo plazo.
Qué dicen los datos
No todo es blanco o negro
No se trata de demonizar la carne, que aporta proteínas, hierro y vitamina B12, sino de no convertirla en el único eje de la alimentación.
Las evidencias más sólidas señalan que los patrones dietéticos más seguros y sostenibles son los variados y equilibrados, como la dieta mediterránea, rica en frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y proteínas animales en cantidad moderada.
Si decides reducir los vegetales o probar una dieta muy baja en carbohidratos, conviene:
- Hacerlo bajo supervisión profesional.
- Controlar los niveles de colesterol, triglicéridos y función hepática.
- Reintroducir progresivamente alimentos vegetales para mantener la salud intestinal.
Conclusión
¿Comer solo carne es peligroso desde el primer día? En la mayoría de los casos, no representa un riesgo inmediato, pero tampoco existen estudios sólidos que avalen su seguridad ni su eficacia a largo plazo.
Los especialistas coinciden en que las dietas muy restrictivas (de cualquier tipo) deben realizarse siempre bajo supervisión médica o nutricional. El equilibrio entre distintos grupos de alimentos sigue siendo el patrón más respaldado por la evidencia científica disponible.
Por eso, antes de modificar de forma drástica la alimentación, es fundamental consultar con un profesional sanitario, especialmente en personas con enfermedades cardiovasculares, metabólicas o digestivas.
Más que imponer un modelo único, la ciencia invita a buscar una alimentación variada, adaptada a cada persona y basada en la prudencia.
Adèle Peyches
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