¿Comes pan todos los días? Esto es lo que realmente le hace a tu cuerpo y cómo orientarlo hacia lo positivo

lunes 20 octubre 2025 20:00 - Adèle Peyches
¿Comes pan todos los días? Esto es lo que realmente le hace a tu cuerpo y cómo orientarlo hacia lo positivo

Por las mañanas, con mantequilla. A mediodía, con queso o jamón. Por la noche, para mojar la salsa. El gesto es tan automático que ni reparamos en él. El pan forma parte de nuestra cultura alimentaria desde siempre: su aroma de horno, la corteza dorada, la miga suave... Es difícil resistirse.Evoca casa, cercanía, placer cotidiano. Pero ¿conviene comerlo todos los días? ¿Es un hábito inocente o un exceso encubierto?

El pan divide. Hay quien lo destierra convencido de que “engorda” y quien no imagina una comida sin una rebanada. Como casi siempre, la verdad está en el matiz: depende del tipo, de la cantidad y de con qué lo acompañemos. Pan blanco, integral, de masa madre, con semillas, sin gluten... cada uno tiene sus virtudes y sus límites.Antes de culparlo, o reivindicarlo, conviene entender qué nos aporta de verdad este alimento tan antiguo como universal.


Un alimento básico… desde hace milenios

El pan es uno de los alimentos más antiguos del mundo. Hecho con harina, agua, levadura y sal, es ante todo una fuente de hidratos de carbono complejos, el principal combustible del cuerpo y del cerebro. Bien elegido, puede aportar también fibra, proteínas vegetales y minerales como magnesio, hierro o zinc.

Comer pan a diario no tiene nada de malo, siempre que se elija bien y se consuma en la cantidad adecuada.

Los beneficios del pan en el día a día

1. Energía sostenida

El pan integral o de cereales libera la energía de forma gradual, evitando los bajones de azúcar entre comidas. Es una opción equilibrada para desayunar o acompañar el almuerzo.

2. Fibra y saciedad

Las versiones integrales o de grano entero facilitan la digestión y prolongan la sensación de saciedad, lo que ayuda a comer con más moderación.

3. Placer y costumbre

Comer también es disfrutar. Una tostada crujiente o una baguette recién salida del horno son, muchas veces, una forma sencilla de bienestar.

Lo que conviene vigilar

El pan no es enemigo ni inocente: su impacto depende del tipo, la cantidad y el contexto en que se consume. Conviene tener presentes algunos matices clave.

1. Cuánto se come

Aporta unas 250 kilocalorías por 100 gramos. No es mucho, pero sumado a otros hidratos (pasta, arroz, patatas) puede desequilibrar la dieta, sobre todo si el resto del menú escasea en frutas, verduras o legumbres. El exceso no está en una tostada, sino en la repetición: desayuno, comida y cena con pan acaban aportando más energía de la necesaria.

2. Qué tipo de pan elegimos

El pan blanco, hecho con harina refinada, tiene poca fibra y provoca picos de azúcar que abren el apetito antes. En cambio, los panes integrales, de grano entero o de masa madre liberan la energía de forma gradual, sacian más y aportan vitaminas y minerales.

Un consejo práctico: comprueba que el primer ingrediente sea “harina integral de trigo”; de lo contrario, no es realmente integral.

3. Con qué lo acompañamos

El pan solo no es el problema: lo son los acompañamientos. Untarlo siempre con mantequilla, embutido o mermelada multiplica grasas y azúcares. Mejor combinarlo con aceite de oliva, aguacate, tomate, hummus o queso fresco. Debe ser un acompañamiento del plato, no su sustituto.

4. Cómo lo conservamos y consumimos

El pan fresco y de fermentación lenta no necesita aditivos. En cambio, muchos panes industriales incluyen azúcares y mejorantes que alteran su perfil nutricional. Evita tostarlo en exceso: el calor extremo genera acrilamida, un compuesto que conviene mantener al mínimo.

Moderación, variedad y sentido común

Comer pan todos los días es perfectamente saludable si:

  • Varías entre integral, centeno, masa madre o cereales.
  • Ajustas la cantidad a tu gasto energético (una o dos raciones al día).
  • Evitas duplicar féculentos en la misma comida.

➡️ Como orientación: dos o tres rebanadas por comida principal son suficientes si no hay otros hidratos en el plato.

En pocas palabras

El pan no merece su mala fama. Bien elegido y consumido con moderación, sigue siendo lo que siempre fue: una fuente sencilla de energía, fácil de combinar y cargada de simbolismo. Más que un enemigo, es un placer cotidiano al que no hace falta renunciar.

Solo hay que hacerlo, como todo en la buena mesa, con equilibrio, sentido común y con gusto.

Adèle PeychesAdèle Peyches
Responsable editorial que ansía el invierno para comer fondue. Apasionada por la gastronomía y siempre en busca de nuevos sabores, estudié derecho antes de regresar a mi primer amor: el gusto por los buenos productos y el placer de compartirlos alrededor de la mesa. :)

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